¿Y si tuviésemos
solo los ojos
para comunicar?
¿Aunque
no viésemos?
Entonces, cada mirada
la perdida,
la distante,
la olvidada,
cobraría
un valor
aún mayor
que las palabras.
Al observar
con amor y ternura,
la mirada volvería:
retornaría de un viaje
con esa respuesta
que sana
ama,
manifiesta,
acompaña.
Serían, entonces,
nuestra miradas
escenarios de paz:
lugares del juego,
rascacielos de luz.
Darían fuerza,
calma...
No hay comentarios:
Publicar un comentario