martes, 31 de enero de 2017

La ruta de la miel


Así surge un camino, 
uno que se deambula con los pies descalzos.


Con los dedos enraizados en un relicto que colinda entre: el fuego interior;
la tierra de nuestros orígenes; 
el agua que fluye dulce, se evapora y vuela 
en un danza en el aire.

En medio de ese fuego del avance, nos inundamos y dejamos traspasar por los momentos.

Así es la ruta de la miel: una ruta sin retorno, 

una que va directa a esas aguas dulces y profundas. 


A la vid abundante que florece en las entrañas.


Este es el chapter trailer del capítulo III del libro: 

“El navegante y la pescadora. Viajes, imágenes y sueños transcritos a través de una pluma.”


“Vino a mí el aroma del agua dulce envuelto en un torrente de hojas.
Las divise jugueteando con las burbujas translucidas a medida que ingresaban al bosque de las corrientes.
Sumergí mi pico sediento en aquella agua endulzada de pecíolos y percibí el cosquilleo de los hilos de plata danzantes a mí alrededor.
Cientos de hojas navegaban plenas, a lo largo de la ruta de la miel…”

martes, 17 de enero de 2017

Dentro de sí



Indagó dentro de sí
en ese profundo hueco entre su tronco y sus ramas.

Luego de varias décadas 
su superficie era un conjunto de cordilleras.
Hileras de meandros y cauces de ríos olvidados.
Caminos de herradura que conducían 
a cada una de las hojas de sus ramas.
En sus grietas anidaba la sequía 
y alguna que otra valiente hormiga.

Era un desierto austero.
Tenía en el centro un oasis que bullía sin cesar.

Los granos de sus dunas
un día se detuvieron,
no siguieron la ruta que les marcaba el viento:
Decidieron parar.
Fueron, de nuevo, corteza.
Caminos de innumerables rutas. 
Esas que duran un chasquido 
o cerca de medio siglo.
Sería su aparente sequía 
la cuna de cientos de almas,
algunas poseedoras de alas,
pelos, cuero,
carnes morenas, 
negras o blancas... 

Un tronco es un camino que eleva.
Uno que se nutre desde la tierra.
Uno que une la raíz con el cielo.
Uno con el universo que se posa
en sus apicales ramas.

Un trozo de sí es una avenida lisa de andares
o la rugosa autopista de profundos despertares.

lunes, 2 de enero de 2017

La entrega



La entrega tiene tantos matices: 
damos todo el tiempo. 
Entregamos, en milésimas de segundos, nuestros tejidos.
Estos caen o se elevan,
nacen o mueren,
se deslizan;
caen aún tibios como hojas 
o son punzantes agujas
que se entierran 
en el entorno que nos rodea.

Damos pensamientos 
sabios o enfermos.
Miradas que aman o matan 
en solo parpadeo:
"Es cuestión de elección".

Entregamos silencios que reverdecen 
o palabras que trascienden, 
en una noche,
antes de salir de nuevo el sol.

Damos guerra o esa armonía que colinda, 
muy de cerca, a ese relicto personal 
o colectivo donde florece la paz.

Damos tiempo perdido o vivido con intensidad.
Damos humedad o damos sequía...

Es delicado el arte de dar:
requiere un tacto en equilibrio
eso de brindar algo de nosotros mismos.

“Sin envolturas, desnudos del alma” .

Dejándonos envolver y, a su vez, 
brotar envueltos en una luz. 

Escogemos iluminar u oscurecer 
el breve rincón de nuestra entrega.