miércoles, 2 de septiembre de 2020

Al abrirse: milagros cotidianos

 

Se abre sin distinción,
sin miedo al qué dirán, 
o al murmullo de otras flores.

Desenvuelve con ternura
las 24 horas de su existencia.

No las mide ni las cuenta,
solo entrega, en vida,
el lenguaje de sus pétalos.

Enuncia su aroma herbáceo,
sus acentos de polen fecundo,
teclea sus estambres. 

Danza en movimientos aleatorios,
entre las patas de los insectos, 
que la envuelven en alas de tibieza.

Sacude entre sépalos sus tormentas.
Permanece erguida, 
aún en la delgadez de su tallo.

Se deja acariciar por el viento,
mientras cae y se desmiembra 
para volver a la raíz
de sus piernas de luz.