Para cambiar,
para lograr mis propósitos,
para tener
dignidad y alegría,
para controlar
mis pensamientos y mis acciones,
debo tener
valor.
Si reflexiono,
si pongo toda mi
fuerza en cada cosa que hago,
voy
desarrollando seguridad en mi misma
y valor.
No me dejaré
consumir por la prisa de otro
ni por los
modelos gastados del pasado.
Usaré el
precioso tiempo que se me da
en hacer mis
tareas con esmero
y en darle a
ellas el sello
de mi
individualidad y mi criterio.
No mentiré nunca
porque esto ira
nublando mis ojos
al brillo de la
verdad,
y destruirá el
valor que necesito
para lograr mis
sueños.
Tengo el valor
de concebir para mí
horizontes de
progreso y buscarlos,
y persistir en
ellos.
Tengo el valor
de mantener la calma y la ilusión,
aún en las
situaciones más difíciles.
Tengo el valor
de innovar y cambiar todos los días,
hacia un mejor
futuro.
Nunca pretenderé
hacer varias cosas a la vez,
pues esto me
llenará de angustia
y debilitará mi
valor.
Cultivaré la
calma, la seguridad y la concentración
en cada una de
mis tareas.
El valor que
acumule por la reflexión,
y el trabajo
bien hecho,
será grande y él
será mi mejor medida.
Muchos antes que
yo, han querido tener valor y lo han logrado.
(Autora:
Mildreth Janina Camacho García).
Estas son las
palabras de una jovencita que a sus 17 años
tenía muy claro
el valor del tiempo,
del vivir
comprometida con cada instante.
Ella, mi maestra
de infancia,
juventud y vida,
“princesita
muisca”
nunca detuvo sus
sueños…
Por ti vuelan
las cosas, hermanita.