domingo, 9 de octubre de 2016

¿Cómo unir las dos riberas de un río?

Eso el río jamás se lo pregunta.
Él es camino
y, a su vez, un conjunto de rutas.

Es artería que oxigena;
vena que reúne;
vaso que se entierra.

Es tan complejo y sencillo el origen de su naturaleza.

Las rocas a su paso le dan tres vueltas
y entre los dos conforman torbellinos que sonríen:
cada sustrato acelera o detiene su paso.

Su cauce no se detiene por la emisión de conceptos o palabras.

El río lee los astros y disuelve las diferencias.
Con amor su cauce ha reunido cuerpos sumergidos en las más cruentas guerras;
uno a uno los ha diluido en su camino
desde el origen de sus aguas.

Ha sido su lecho el canal directo de muchos hacia cielo.

El río no juzga a sus hijos cargados de desechos:
aunque, tiene memoria, cada gota conserva solo lo esencial.

En su transito disuelve la ignorancia.
Su canto es levedad;
conexión con esa inocencia que salva.

El río, en esencia, es paz.


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